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dimecres, 6 de novembre del 2013

champions league


erreala 


La guerra del centro del campo


EL MANCHESTER SUPO MANDAR DESDE EL CAOS DE SU MEDULAR, FORMADA POR FELLAINI Y GIGGS, Y ENLOQUECIÓ EL DUELO

Markel Bergara despeja el balón ante la caída de Kagawa y en presencia de Rooney y Zurutuza.
Markel Bergara despeja el balón ante la caída de Kagawa y en presencia de Rooney y Zurutuza. 
COMO casi siempre en el fútbol, el partido de ayer se decidió en el centro del campo. Una vez más, Moyes quiso dar los galones a Giggs en la medular, y lo acompañó esta vez con un hombre mucho más ofensivo, Fellaini, que pasa desapercibido como pivote. No es su posición, y no se siente cómodo. La Real, con Markel, Pardo y Zurutuza, planteaba a priori una lucha en la que ganaba por número, y también por saber estar. Sí, Giggs es un veterano de guerra, pero no de la del centro del campo, y el belga es tan novato como lo puede ser Zurutuza. Ahí se jugaba el partido, y los donostiarras no entendieron la oportunidad que tenían.
Con un rival de semejante entidad como el Manchester United, es lógico que los nervios agarroten a los realistas en los primeros minutos, pero tuvieron la oportunidad de aprovechar el hueco que los británicos dejaron en tres cuartos de campo, donde no ocuparon el espacio con ningún jugador, dejando muchos metros entre la espalda de Giggs y los centrales rojos. Muchos metros en los que Zurutuza podría haber hecho mucho daño, pero en el que su ritmo diésel de ayer ni siquiera puso en aprietos a los británicos.
No parece casualidad que el partido se convirtiese en la primera mitad en un correcalles en el que los ingleses siempre salían ganando. Su mal mayor este curso es la falta de un timón que ponga sentido al juego, y quizá por eso prefieren los encuentros rotos, con metros para correr y aprovechar las mejores virtudes de los Rooney, Valencia, Fellaini o Kagawa. El jugador japonés, infravalorado por muchos, fue el detonante perfecto para los ingleses. "Juega bien en todas las posiciones", dijo Moyes al término del partido. Sin duda, ese es Kagawa.
El que hizo todo, el Rooney de Old Trafford, ayer fue Kagawa, recordando su mejor versión en las filas del Dortmund. Apareció en el centro del campo, se fue a la banda y percutió en la media punta con Rooney. Estuvo en todos lados, y gracias a él el Manchester rompió el partido, dando libertad a Fellaini y Giggs. No es casualidad que el primer balón que perdió fuese en el minuto 87, o que siempre iniciase las jugadas más peligrosas de los visitantes. La diferencia la marcan los detalles, esos que no entendió la Real.
CORRECALLES INGLÉS
Añorando a Prieto
La Real no comprendió el ritmo que más le interesaba, o quizá no lo pudo detener. Pardo se vio superado y no mandó, aunque dejó pinceladas de su calidad, y Zurutuza siempre fue superado. Ahí comenzaron a perderse las opciones de hacer daño, con el partido pidiendo a gritos la presencia de Prieto en el césped. La pausa realista. El control de juego. Eso que ayer no hubo en ningún momento. Un duelo físico, un encuentro exigente que, como en Old Trafford, volvería a pasar factura a los txuri-urdin en la segunda mitad.
Con el paso de los minutos, la superioridad física visitante se hizo aún más patente, dejando las contras como única opción para los Vela, Griezmann y Chory, que lamentaron no contar con demasiadas opciones para intervenir. El caos del centro del campo lo impuso el Manchester. El grande, el millonario, quiso un partido loco y la Real pecó al permitirlo. Con espacios, metros y una disputa física, sin duda, los británicos son los mejores. No hay más. Solo queda ganar los dos últimos encuentros y soñar, que para eso es la Champions, para soñar en txuri-urdin.


Otro gigante que no conquista Anoeta


LA REAL CONSIGUE AGUANTAR EL EMPATE CON ORGULLO ANTE UN UNITED SUPERIOR FÍSICA Y TÁCTICAMENTE, QUE NO HA PODIDO MARCARLE UN GOL EN 180 MINUTOS

Mikel González e Iñigo Martínez intentan un remate entre tres jugadores del Manchester United, Fellaini, Evra y Vidic.
Mikel González e Iñigo Martínez intentan un remate entre tres jugadores del Manchester United, Fellaini, Evra y Vidic. 

    • El penalti lanzado por Van Persie lo repele el poste y pega pasteriormente en Claudio Bravo; una acción que resultó fundamental para mantener el empate a cero en el marcador.
    DONOSTIA
    Minuto 87 de partido. Claudio Bravo va a botar una falta y en lugar de sacar rápido cuando a su equipo solo le vale casi la victoria para seguir aspirando a clasificarse para los octavos de final de la Champions, decide frenar y retrasar su lanzamiento en largo. Ya no podían más. Los realistas lo intentaron hasta el final y consumieron hasta la última gota de sudor que guardaban en su reserva, pero el reto era demasiado grande. Y no hay más que hablar. Desgraciadamente, muchos habían olvidado que enfrente estaba uno de los gigantes de Europa. Un equipo que se encuentra en el mismo escalón que Barcelona y Real Madrid. Quizá no en calidad, pero sí en competitividad. Su nivel físico y su fortaleza táctica les convierten en una roca impenetrable para los terrenales.
    Y la Real cuenta con una plantilla sensacional, que nos ha hecho soñar con muchas tardes inolvidables, pero todas sus demostraciones fueron reales, con los pies en el suelo. Firmadas por héroes de carne y hueso. Los nuestros, los que más nos gustan y queremos, pero con un límite, el que parecen haber alcanzado cuando se han enfrentado al excelentísimo Manchester United. Es decir, los blanquiazules no obran milagros, y ganar ayer, por mucho que nos pese, era una misión casi imposible.
    A los que todavía siguen pensando que la Real hizo el ridículo en Old Trafford y que ayer debió generar muchas más ocasiones de peligro les invito a repasar conmigo el once que sacó David Moyes, que, además, contaba con bastantes bajas. La defensa era incluso mucho más poderosa que la de hace 15 días en el templo de Manchester. Ferdinand, capitán de Inglaterra, Vidic, indispensable en Serbia, Evra (qué mala bestia) llevaba el brazalete galo antes del motín de su selección en Sudáfrica, Giggs (¿hizo algo mal?), uno de los mayores mitos mundiales de los últimos 20 años, Rooney vigente estandarte de los tres leones, Kagawa, habitual suplente que sería capitán general de txuri-urdin, tuvo al menos la delicadeza de fallar un pase casi en el minuto 85…
    Por si fuera poco, del banquillo entró un tal Van Persie, que pudo marcar diez goles en 20 minutos. Pues bien, para los más exigentes, recordarles que en 180 minutos no han conseguido marcarle ningún gol a la Real, pese a su evidente y lógica superioridad. El único de Inglaterra lo marcó Iñigo Martínez en propia meta. Por mucho que, como es normal, nos hicieran sentir pequeños, quiero agarrarme a que este club volvió a demostrar que el rol de David lo sabe defender a la perfección y con el mayor de los orgullos. El United es otro Goliat que se marcha de Gipuzkoa sin haber plantado una pica. Y la lista es extensa, no lo olviden, porque da gusto acordarse de todos.
    Sería injusto pasar por alto por el principal motivo por el que los realistas han conseguido aguantar de pie ante los red devils, su afición. En Manchester ofreció una lección de cómo darlo todo para estar al lado de su equipo y ayer, con un temporal de los que parece que se va a volar hasta la isla Santa Clara y con el equipo al borde de la eliminación, registró la segunda entrada más importante de su historia, solo superada por la del día del Celta, en el que se consumó el descenso. Además, minimizó el efecto de las pistas con un apoyo continuo y ruidoso y, en lugar de caer en la desesperación, tuvo la madurez de saber aceptar y agradecer el esfuerzo de los suyos pese a que se quedó con las ganas de poder celebrar un gol y una victoria con la que habíamos soñado todos en las últimas horas.
    Insisto, el reto era casi imposible y el mérito por haber aguantado el empate me parece grande. Por si fuera poco, los ingleses se encontraron con unas condiciones sensacionales en Anoeta para explotar su superioridad física. Muchos pueden comenzar a buscar cabezas de turco entre los realistas de mayor talento, ya que es cierto que no estuvieron a la altura de lo que nos han demostrado, pero es que si te obligan a vaciar tu depósito en defensa, cuando quieres atacar te fallan las piernas. Más aún cuando vienes con una carga de dos partidos por semana para la que no estás acostumbrado.
    Los realistas aguantaron muy juntos y ordenados en la primera parte, en la que apenas pasaron apuros. Solo dos disparos de Kagawa que no inquietaron en exceso a Bravo, que solo tuvo que hacer una parada sin demasiadas complicaciones. Y esto, se mire por donde se mire, tiene mucho mérito. El problema es que en ataque, con el balón, le faltó mucha pausa. Griezmann y Vela no pararon de buscar el pase casi a la primera y en el centro del campo, Zurutuza era presa fácil para Fellaini, que tendrá problemas para crear pero que en defensa era una araña que rebañaba todo lo que pasaba por sus alrededores. El de Rochefort se vio superado en todo momento y Rubén Pardo, que era el único que trataba de calmar y jugar en horizontal, no conseguía entrar mucho en juego ni, por supuesto, gobernar el duelo.
    Por poner un ejemplo para confirmar lo difícil que era defender al United, había momentos que Rooney, que actuaba de segundo delantero, y Kagawa, de interior izquierda, se convertían en pivotes, con Fellaini y Giggs casi de delanteros. Sus variantes tácticas y su facilidad para permutar posiciones eran simplemente de otro nivel.
    En esta tesitura, cobró especial relevancia la labor de Markel, que se multiplicó a la hora de achicar agua en todas las esquinas, y de un Iñigo imperial, que no paró de despejar balones. Poco a poco los guipuzcoanos fueron sacudiéndose el dominio visitante y, después de varios centros cada vez más peligrosos y de un disparo fallido de Agirretxe, llegó su mejor opción en un chut de De la Bella con la derecha que se marchó rozando el palo.
    SALIDA VALIENTE En el entreacto las sensaciones eran que al equipo le iba a costar mantener el pulso, porque los efectos del desgaste eran cada vez más significativos y fáciles de apreciar. Los realistas firmaron una salida orgullosa y valiente, incluso asustando con un disparo de Pardo. Pero la realidad era muy distinta. A los diez minutos Chicharito falló un gol a puerta vacía dentro del área pequeña. Y al cuarto de hora, Moyes lo complicó todo dando entrada a Young y Van Persie. El primer balón que tocó el holandés, que impone solo con verlo tan grande de corto, lo envió a la madera tras un servicio preciso de su pareja a la hora de entrar al campo. En el rechace también estuvo a punto de anotar desde fuera del área.
    Al menos, en esta ocasión el destino permitió cobrarse a la Real parte del déficit de fortuna que le venía acompañando en esta Champions, porque el delantero mandó a la madera un penalti poco después. La cuenta que sigue pendiente es la de los colegiados, porque la pena máxima que decretó el italiano por un mínimo agarrón de Markel a Young fue ruin y cobarde. Para arbitrar finales de Champions debes tener muy claro lo que pitas y a quién beneficias. Eso, sin entrar a valorar que el toquecito de Markel fue absolutamente evitable y que su caso es reincidente. Estos errores cuestan partidos a este nivel, ni más ni menos, pese a que en el fondo su fallo estaba motivado por su agotamiento.
    En el último cuarto de hora, la Real llegó a tener dos semioportunidades en un disparo de Xabi Prieto a la media vuelta que Vela casi desvía a las redes y en una asistencia del capitán que el pitado Seferovic no logró controlar, por lo que se quedó sin ángulo para disparar.
    Una pena, porque la afición de la Real merecía celebrar un gol ante el Manchester United, pero a veces hay que comprender que este equipo se mueve con la cabeza bien alta entre montañas que, en ocasiones, son casi imposibles de escalar. El club txuri-urdin ha logrado revitalizarse y revalorizarse en este doble duelo ante uno de los gigantes del mundo, sobre todo por la extraordinaria comunión grada-equipo. A falta de dos jornadas, los realistas mantienen vivas sus opciones de clasificación. Si gana los dos partidos, en Donetsk y al Bayer en Anoeta por más de un gol, y el United se impone en Leverkusen, entrará en octavos de final. Las opciones de ir a la Europa League también pasarán casi con seguridad por sellar las dos victorias. Europa merece que conjuntos como la Real den fuste y colorido a las eliminatorias del próximo año. Que se lo pregunten a la admirada parroquia del Manchester.

    Competir con dignidad

    POR IÑAKI DE MUJIKA - 
    Los jugadores realistas aplauden al término del partido de ayer.
    Los jugadores realistas aplauden al término del partido de ayer. 
    LA visita del Manchester a Anoeta supuso la posibilidad de ver de nuevo a los diablos rojos en directo. Tal y como me sucedía hace más de cuatro décadas, cuando el equipo que entonces entrenaba Mats Busby se enfrentaba con el Real Madrid en duelos impagables. Aquellos encuentros del Bernabéu, cuando había pocas entradas de asiento y muchas de pie, se abarrotaban. Eran duelos a cuchillo, eliminatorias europeas entre dos grandes equipos que ponían sobre el césped lo mejor de sus plantillas.
    La televisión de entonces era en blanco y negro y no disponías como ahora de un mando para hacer zapping. Existían dos canales y ninguna posibilidad de sentarte ante el receptor para ver un partido que no fuera la final. Por eso, entre otras cosas, se llenaban los estadios. Si querías ver fútbol no quedaba otro remedio que acudir al campo. Los periódicos y las emisoras se encargaban de lo suyo. Los álbumes de cromos, también, aunque no existían en versión continental.
    En aquellas eliminatorias se valoraba mucho el factor cancha, el hecho de jugar el partido de vuelta en tu terreno. No cabían especulaciones ni cálculos porque todo el mundo sabía a qué jugar. Cualquier aficionado con memoria recordará los desafíos entre Stiles y Amancio. Allí no había una guerra, allí se mataba. Los árbitros no se atrevían a expulsar como ahora porque el concepto del fútbol era otro. El Manchester jugaba bien sin perder el estilo. George Best era el extremo que volvía loco a Manolo Sanchís (padre) y la calidad de Bobby Charlton decidía muchas veces la suerte de los partidos.
    Aquel Manchester era un equipo superviviente del accidente aéreo de Múnich en el que fallecieron muchos jugadores. El equipo se reconstruyó a través de las personas que superaron la tragedia, entre ellos Busby y Charlton. Desde entonces no han parado de crecer y convertirse en un espejo como club. Considerado el más rico, explota el mundo del marketing y el merchandising, del mismo modo que dispone de grandísimos jugadores y compite para ganarlo todo. Ese club y ese equipo visitaron anoche Anoeta. Tocaba disfrutar más allá de las reales opciones clasificatorias que le pudieran quedar al cuadro de Arrasate y del desequilibrio del valor real de las plantillas. La fe mueve montañas y empatar sin goles en casa ante semejante rival no es para nada un desdoro.
    Consideré que los aficionados, los que fueron a Old Trafford y los que no, disponían de una nueva oportunidad de sentirse orgullosos por vivir una experiencia así. Lo mismo que directivos, periodistas, futbolistas y técnicos. Esa es la grandeza de las citas marcadas en rojo. Se trataba de saber con qué equipo la Real iba a tratar de dar la cara ante un rival con más recursos y experiencia. Papeleta complicada como siempre para el entrenador, que sabe de sobra que todos desean jugar este tipo de encuentros. Se notaba en el ambiente que era día grande. Gradas casi a reventar, palco hasta la bandera, pupitres de prensa y cabinas con overbooking. Los seguidores británicos, a lo suyo, entonando canciones que se conocen de memoria y que pertenecen al guion y al elenco de un partido enorme.
    Un día me enseñaron que en las salas de prensa de los campos ingleses los periodistas acuden al campo con corbata porque es una tradición. Lo hice en Liverpool hace muchos años y repetí anoche. Esta vez, además con cámara de fotos, porque deseaba fervientemente guardar recuerdos, sobre todo una foto con Van Persie, pero el horno tras fallar el penalti no estaba para muchos bollos. Fue su mejor ocasión. Injusta porque la falta máxima se la regalaron en una de esas decisiones que solo suceden en Europa y caen siempre del lado de los más poderosos.
    Que Claudio Bravo le detuviera el balón al holandés era la justa respuesta a la insensatez del árbitro italiano. El esfuerzo del equipo se merecía un premio distinto a la derrota. No creo que nadie saliera descontento del estadio porque cuando el equipo da la cara y lo intenta sufriendo no cabe otra cosa que agradecerle todos los esfuerzos, aunque jugara mejor con los bajitos en el tramo final del partido, al que se llegó con las pilas muy descargadas. Todo cuesta y más en esta competición en la que no existe ni tregua ni descanso. El primer tiempo puso de manifiesto lo que vale un peine con un Manchester agresivo y contundente, sin especular y marcando un ritmo que nos costaba seguir. No olíamos el balón y cuando lo alcanzábamos nos duraba poco. Es en esas situaciones cuando se echa en falta la experiencia y tirar de manual si es que en algún libro están escritas las respuestas.
    El equipo competía con dignidad y ya en el segundo tiempo pudo comprobar que el rival era menos fiero, aunque Chicharito fallara una que meto yo y Van Persie hiciera una marca en el poste izquierdo de la portería del meta chileno antes de lucirse en el penalti. La Real trató de merodear en el área de David de Gea, aunque no tuvo que emplearse a fondo en ninguna situación. Viendo el ritmo del partido y la dinámica del juego, los dos equipos dieron por bueno el resultado porque al Manchester le servía para seguir liderando al grupo y a la Real para no perder sus opciones aunque sepa que para conseguirlas deba ganar los dos encuentros y esperar.
    El público volvió a demostrar su madurez. Al principio, callado y dominado por lo que se veía en el terreno. Los de Moyes silenciaban con juego y dominio. Poco a poco la grada supo jugar, como tantas otras veces, su papel y alentó hasta donde pudo. Se manifestó en los cambios y quiso dejar las cosas claras. Los sentimientos y la pasión colectiva están por encima de los individualismos.
    Hay muchas cosas positivas del encuentro de anoche. La más grande se refiere a la capacidad de competir con dignidad. No cabe un solo reproche. Quizás si en los partidos precedentes la fortuna hubiera estado de nuestro lado, a esta hora la ilusión nos invadía. Y eso en esta competición, transcurridas cuatro jornadas, es impagable.


    This is Anoeta


    Registró una de sus mejores entradas en la noche más especial de su historia

    Anoeta presentó un gran aspecto en la visita del Manchester United 

    Anoeta vivió la noche más mágica de sus 20 años de historia, ante el rival de mayor entidad, junto al Barcelona, el Madrid y la Juventus. Los 31.000 espectadores que se dieron cita en el coloso de Amara vieron cómo su equipo peleó hasta la extenuación para sujetar un milagroso punto ante un equipazo como el United, que no andará lejos de pelear por alzar la orejona. Fue de las mejores entradas de AnoetaFueron más bonitos los prolegómenos que los 90 minutos de encuentro, donde el campeón inglés impuso su ley, extremadamente superior en lo físico, ganador en casi todas las disputas, y mejores en su calidad técnica y táctica.
    A diferencia de muchos partidos nocturnos, los aficionados realistas acudieron puntuales porque nadie quería perderse el instante mágico del himno de la Champions League. Antes sonó el realista, el mítico Txuri Urdin, y fue muy emotivo, entonado por muchas gargantas, gozado por todos. Las gradas se inundaron de casacas azules y blancas. Es una costumbre que empieza a calar hasta en los mayores. Las banderitas que colocaron en cada butaca multiplicó el color del graderío.
    Durante el partido hubo momentos de silencio casi teatral, en los largos ratos en los que no había manera de quitarle la pelota al United, pero también cánticos y ánimos generales, de toda la grada. El fallo en el penalti se celebró más que cualquier gol. Y también se pitó a Seferovic por su feo gesto ante Osasuna. Anoeta fue Champions. Qué gozada.





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